Despertamos de pronto de un ensueño,
añorando con ansias el amor perdido.
Acaso alguna vez nos preguntemos:
“¿Por qué, cuándo, dónde sucedió?”
¿Nos envolvió quizás un ser etéreo
con poderes para conceder amor?
¿O tal vez un diablillo maquiavélico
que, cruzando, de ambos se burló?
Es probable que fueran unas “chispas”
que esparcieron nuestros “hados”
estrenando la noche de San Juan…
Esas chispas, que llegaron como magia,
nos hicieron creer en el amor.
Fuimos felices tal vez un solo instante,
eternizado en el tiempo que pasó.
¡El sentimiento sublime compartido,
de eso, ya nunca se nos despojará!
Si un día coincidimos en la senda,
que prodigiosamente puede suceder,
gozosamente sonreiremos y diremos:
"¡Qué gran dicha en esta inmensidad!".
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