Hoy está lánguido el día,
se parece a un otoñal,
quizás con matiz de Invierno...
—Nooo..., soy yo...
—¿Quién eres?
—¡La Primavera!
—¿La Primavera?
¿No se supone que traes
bienestar, alegría y amor?
—Es verdad, me altera
lo que a cuestas cargo,
una mochila con residuos,
negatividades, agresiones...
La llevo porque los hombres
olvidan las consecuencias
de todas sus actuaciones
y lo frágil que es la Tierra...
—Una pena —reveló el Verano—,
la mía es muy inquietante,
llena viene de elementos
todos muy desagradables...
El sol ardiendo en exceso,
deshielos de nieves eternas,
icebergs que flotan sin rumbo,
aguas que corren sin cauces,
que desbordan en playas,
en ríos, en mares,
que inundan ciudades...
Mucha tristeza en el mundo,
abuso del alcoholismo,
muy enfermos o drogados,
no saben cómo reír, amar,
y en luna llena soñar...
El poderoso don Dinero
se ha adueñado de las almas
y en ese afán tan luctuoso
ven morir las esperanzas
y en los inseguros, la fe...
Ya no recuerdan que Dios
aún brilla en los corazones...
El hombre sólo es un hombre
que a veces se cree Dios,
como el lobo, que al cordero
quiere engañar con su piel.
¡Oh, errante Primavera,
pídele a Dios bendiciones!
Que no nos cubra el espanto,
que encontremos la humildad...
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